En mi búsqueda de la existencia del personaje que dio origen a esta famosa expresión, he encontrado teorías de todo tipo.
Se cuenta que los musulmanes eran muy permisivos en cuanto a religión se refiere y tenían como única prohibición (castigada con la pena de muerte) la de no insultar el nombre de Mahoma. Aun así, bastaba con retractarse y pedir perdón para que el asunto quedara olvidado: “Pronuncia una sola palabra y luego sigue la religión que quieras…” decía el emir. Este hombre, pues, seguidor del obispo Samuel de Córdoba y de San Eulogio, fundamentalistas fanáticos a ultranza, (aunque con un lucrativo negocio de reliquias) se empeñó en ser martirizado, por lo que a pesar de que once veces le dieron ocasión de retractarse, se mantuvo en sus trece hasta que consiguió ser condenado y ejecutado. Dejando aparte a la interesada Iglesia que necesitaba de Santos, la opinión popular fue la de que el individuo en cuestión más que santo, era tonto.
Siguiendo el orden cronológico de personajes y hechos más creíbles que justifiquen el calificativo, encontramos un Abundio campesino (para unos, original de Navarra; para otros, andaluz) que en los siglos XVII-XVIII y en época de escasez de agua, quiso regar su campo orinando sobre él.
Y, por último, el documentado episodio del capitán de fragata Abundio Martínez de Soria, nacido en 1848, y muerto en 1898. El citado capitán tuvo la posibilidad de huir con su barco, en la Guerra Hispano-Americana en las Filipinas al encontrarse solo frente a toda la armada norteamericana. En vez de retirarse, fue de frente, y acabó hundido en el acto, sin que realizara ni una sola baja a los norteamericanos. Esta acción no fue muy entendida en la península, y más que de héroe se le tildó de tonto.
Ahora cada uno, que elija el Abundio que más le guste. (fuente: http://mariannavarro.net/blog/refranes/tonto_Abundio.html)
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